Seis de la mañana.
El sol estaba a punto de darme los "buenos días" en aquella mañana con sabor a verano, con lo que me gustan a mí las mañanas frías, las de invierno. En ellas un café recién hecho sabe mucho mejor, pero un café siempre sabía mejor cuando era en tu compañía.
Y no aquí, en mi mugroso balcón mirando como unos locos vuelven de fiesta mientras yo miro al cielo, aferrándome a esa vieja chaqueta tuya.